Alejandra Pizarnik
Los trabajos y las noches (1965)
III
Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en
pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños
del silencio.
Desnudo soñando una noche
solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.
Nunca de nuevo la esperanza
en un ir y venir
de nombres, de figuras.
Alguien soñó muy
mal,
alguien consumió por error
las distancias olvidadas
Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.
Si te atreves a sorprender
el sentido de esta vieja
pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.
que es frío es verde que
también se mueve
llama jadea grazna es halo es hielo
hilos vibran tiemblan
hilos
es verde estoy muriendo
es muro es mero muro es mudo mira
muere
no sé si pájaro o
jaula
mano asesina
o joven muerta jadeando en la gran
garganta oscura
o silenciosa
pero tal vez oral como una fuente
tal vez juglar
o princesa en la torre más
alta.
Años y minutos hacen el amor.
Máscaras verdes bajo la
lluvia.
Iglesia de vitrales obscenos.
Huella azul en la pared.
No conozco.
No reconozco.
Oscuro. Silencio.
Y he bebido licores furiosos
para transmutar los rostros
en un ángel, en vasos vacíos.
La muerte siempre al lado.
Escucho su decir.
Solo me oigo.
Aunque es tarde, es noche,
y tú no puedes.
Canta como si no pasara nada.
Nada pasa.
Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta,
el color del tiempo en un muro abandonado.
En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.