Alejandra Pizarnik
Textos
de sombra y últimos poemas
1971-1972
Los ausentes soplan grismente y la
noche es densa. La noche tiene
el color de los párpados del muerto.
Huyo toda la noche, encauzo la persecución
y la fuga, canto un
canto para mis males, pájaros negros sobre mortajas
negras.
Grito mentalmente, me confino, me alejo
de la mano crispada, no
quiero saber otra cosa que este clamor, este resolar
en la noche, esta
errancia, este no hallarse.
Toda la noche hago la noche.
Toda la noche me abandonas lentamente
como el agua cae
lentamente. Toda la noche escribo para buscar a quien
me busca.
Palabra por palabra yo escribo la noche.
no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve.
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible
a cantar dulce y a morirse luego
no:
a ladrar.
así como duerme la gitana de Rousseau
así cantás, más las lecciones de terror.
hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.
me pregunto si eso no aumentó el error.
hiciste bien en morir.
por eso te hablo,
por eso me confío a una niña mostruo
Sentada en el fondo de un lago.
Ha perdido la sombra,
no los deseos de ser, de perder.
Está sola con sus imágenes.
Vestida de rojo, no mira.
¿Quién ha llegado a este lugar
al que siempre nadie llega?
El señor de las muertes de rojo.
El enmascarado por su cara sin rostro.
El que llegó en su busca la lleva sin él.
Vestida de negro, ella mira.
La que no supo morirse de amor y por eso nada aprendió.
Ella está triste porque no está.
Y fue entonces
que con la lengua muerta y fría en la boca
cantó la canción que no le dejaron cantar
en este mundo de jardines obscenos y de sombras
que venían a deshora a recordarle
cantos de su tiempo de muchacho
en el que no podía cantar la canción que
quería cantar
la canción que no le dejaron cantar
sino a través de sus ojos azules ausentes
de su boca ausente
de su voz ausente.
Entonces, desde la torre más alta de la ausencia
su canto resonó en la opacidad de lo ocultado
en la extensión silenciosa
llena de oquedades movedizas como las palabras que escribo.