"No sabemos a qué obedece tu presencia,
pero estás allí, amor,
totalmente desarraigada
de lo que nos rodea. Estás
allí sólo para que
podamos amar, dispuesta nada más
a que
nuestros cuerpos pataleén enchuspados
en el
tuyo y se revuelquen por turno o a un mismo tiempo en
tus entrañas
dulces y jugosas. Y ya lo ves, estoy hablando de ti otra
vez, sé que
no se puede, que es imposible, pero
no importa, me gusta inventar.
Nada importa si total, hundimos
la cabeza entre tus senos y chupamos
tu pelo como si fuera apio. Adivinarnos
lo que está sintiendo tu cuerpo
cuando tus rodillas nos golpean,
nos maltratan en su orden de que convirtamos todo
lo que te pertenece en una bella masa líquida.
Y vemos nuestras caras retratadas
allí donde sabes que está la palabra felicidad escrita de
la forma más desconocida. Yo le tomé una fotografía
y al revelarla, no había
más que un relampaguée manchoso. Ni siquiera
una cámara fotográfica
pudo llegar a recordarla. Ella metía la mano entre
mis piernas y agarraba todo, y así
dormía. Repetía que sólo nos tenía
a nosotros, que fuera de nosotros
no existía nada, porque juntos conjurábamos a la eternidad.
Nos empujaba hasta el borde de la cama. Descolgaba las piernas
y nosotros, apoyados sobre la pared,
nos tirábamos de cabeza por
el único camino que había en el mundo.
Y nos dijo que se iba a ir, y la
vieja Carmen que tocaba a la puerta,
para que le apuraramos. Pero nosotros jamás saldremos".