Julio Cortázar
Comercio
Los famas habían puesto una fábrica
de mangueras,
y emplearon a numerosos
cronopios para
el enrollado y depósito.
Apenas los cronopios estuvieron en
el lugar
del hecho, una grandísima alegría.
Había mangueras verdes, rojas,
azules,
amarillas y violetas. Eran transparentes
y
al ensayarlas se veía correr el agua
con todas sus burbujas y a veces
un sorprendido insecto. Los cronopios
empezaron a lanzar grandes
gritos, y querían bailar tregua y
bailar catala en vez de trabajar.
Los famas se enfurecieron y aplicaron en
seguida los artículos 21, 22
y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la
repetición de tales hechos.
Como los famas
son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables
y cargaron muchísimas mangueras en un
camión. Cuando encontraban una niña, cortaban
un pedazo de manguera
azul y se la obsequiaban para que pudiese saltar a la
manguera. Así en
todas las esquinas se vieron nacer bellísimas
burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecia
una ardilla en su jaula. Los padres de
la niña aspiraban a quitarle la manguera para
regar el jardin, pero se supo
que los astutos cronopios las habían pinchado
de modo que el agua se
hacía pedazos en ellas y no servía para
nada. Al final los padres se
cansaban y la niña iba a la esquina y saltaba
y saltaba.
Con las mangueras
amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras
verdes tendieron trampas al modo
africano en pleno rosedal, para ver cómo las esperanzas
caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios
bailaban tregua y
bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su
acción diciendo así:
¡Crueles cronopios cruentos!. ¡Crueles!
Los cronopios,
que no deseaban ningún mal a las esperanzas,
las ayudaban a levantarse y les
regalaban pedazos de manguera roja.
Así las esperanzas pudieron
ir a sus casas y cumplir el más intenso
de sus anhelos: regar los jardines
verdes con mangueras rojas.
Los famas cerraron
la fábrica y dieron un banquete lleno de
discursos fúnebres y camareros que servían
el pescado en medio de
grandes suspiros. Y no invitaron
a ningún cronopio, y solamente a las esperanzas que
no habían caído en las trampas del rosedal, porque las
otras se habían quedado con pedazos de manguera
y los famas estaban enojados con esas esperanzas.