Julio Cortázar
Los famas son capaces de gestos
de una gran generosidad,
como por
ejemplo cuando este fama encuentra a
una pobre esperanza caída al pie
de un cocotero, y alzándola en su automóvil
la lleva a su casa y se ocupa
de nutrirla y ofrecerle esparcimiento hasta que la esperanza
tiene fuerza
y se atreve a subir otra vez al cocotero. El
fama se siente muy bueno
después de este gesto, y en realidad es muy bueno,
solamente que no se
le ocurre pensar que dentro de pocos días la esperanza
va a caerse otra
vez del cocotero. Entonces mientras la esperanza está
de nuevo caída al
pie del cocotero, este fama en su club se siente muy
bueno y piensa en
la forma en que ayudó a la pobre esperanza cuando
la encontró caída.
Los cronopios
no son generosos por principio. Pasan al lado de las
cosas más conmovedoras, como ser una pobre esperanza
que no sabe
atarse el zapato y gime, sentada en el cordón
de la vereda. Estos cronopios
ni miran a la esperanza, ocupadísimos en seguir
con la vista una baba del diablo. Con seres así no se puede practicar
coherentemente la beneficiencia, por eso en las sociedades filantrópicas
las autoridades son todas famas,
y la bibliotecaria es una esperanza. Desde sus puestos
los famas ayudan muchísimo a los cronopios, que se ne fregan.
Cuando los
cronopios cantan sus canciones preferidas, se
entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan
atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden
lo que llevaban
en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.
Cuando un cronopio
canta, las esperanzas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprenden
mucho su arrebato y en general se muestran algo escandalizados. En medio
del corro el cronopio levanta
sus bracitos como si sostuviera el sol, como si el cielo
fuera una bandeja
y el sol la cabeza del Bautista, de modo que la canción
del cronopio es
Salomé desnuda danzando para los famas y las esperanzas
que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el
señor cura, si las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos
(los famas son buenos y las esperanzas
bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se recobra
sobresaltado, mira
en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.
Un cronopio
pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la
mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio
en la casa, la
casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio,
pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.
Un cronopio
va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar
la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces
este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que
si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible
que el mundo se hubiera desplazado
de golpe, y a lo mejor si los fósforos estan donde
la llave, puede suceder
que encuentre la billetera llena de fósforos,
y la azucarera llena de dinero,
y el piano lleno de azúcar, y la guía del
télefono llena de música, y el
ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes,
y los floreros llenos
de sábanas, y los tranvías llenos de rosas,
y los campos llenos de tranvías.
Así es que este cronopio se aflige horriblenrente
y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo esta algo ladeado lo que
ve es el paraguero del zaguán,
y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos,
cae de rodillas y junta sus manecitas no sabe para que. Los famas vecinos
acuden a consolarlo, y tambien las esperanzas, pero pasan horas antes de
que el cronopio salga de
su desesperación y acepte una taza de té,
que mira y examina mucho antes
de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té
sea un hormiguero
o un libro de Samuel Smiles.