Los espejos
¿Qué
es un espejo?
No existe la palabra espejo
-únicamente espejos,
uno
solo es ya una infinidad de
espejos-. ¿En algún
lugar
del mundo debe haber una
mina de espejos? No son
necesarios muchos para tener una mina
chispeante y sonámbula: bastan
dos, uno refleja el reflejo de lo que el
otro reflejó, en un temblor que se transmite en mensaje intenso
e insistente "ad infinitum", liquidez en la
que se puede sumergir la mano fascinada y retirarla
escurriendo reflejos,
los reflejos de esa agua dura.
¿Qué
es un espejo? Como la bola de cristal de los videntes,
me
arrastra hacia el vacío que
en el vidente es su campo de meditación, y
en
mí, campo de silencios y
silencios. Ese vacío cristalizado que tiene dentro
de sí un espacio para irse
siempre hacia adelante sin parar; pues un espejo
es el espacio más hondo que existe. Y es algo
mágico: quien tiene un
trozo quebrado podría ir a meditar al desierto.
De donde volvería vacío, iluminado y translúcido,
y con el mismo silencio vibrante de un espejo.
Su forma no importa: ninguna forma consigue circunscribirlo
ni alterarlo,
no existe un espejo cuadrado o circular: un pedazo mínimo
es siempre el espejo completo: se saca de su marco
y crece de la misma forma que se derrama en agua.
¿Qué es un espejo? Es el único objeto inventado que
es natural.
Quien mira
un espejo y, al mismo tiempo, consigue ausentarse de sí mismo, quien
consigue verlo sin verse, quien entiende que su profundidad
es ese su ser vacío, quien se encamina
hacia dentro de su espacio
transparente sin dejar en él el vestigio de su
propia imagen, percibe
entonces su misterio. Para eso ha de sorprenderlo solo,
colgado en un
cuarto vacío, sin olvidar que la menor aguja ante
él podría transformarlo
en simple imagen de una aguja.
Debo haber
necesitado de toda mi delicadeza para no atravesarlo
con mi propia imagen,
pues un espejo en el que me veo soy yo, y un
espejo vacío es justamente
un espejo vivo. Sólo una persona muy delicada
puede entrar en el cuarto vacío donde hay un
espejo vacío, y con tal
levedad, con tal ausencia de sí
misma, que la imagen no se refleje. Como premio,
esa delicada persona habrá penetrado en uno de los
secretos inviolables de las cosas:
verá el espejo propiamente dicho.
Y descubrí
los enormes espacios helados que tiene dentro de sí,
sólo interrumpidos por uno
u otro alto bloque de hielo. En otro instante,
muy raro éste - y es preciso
quedarse a la espera días y noches, en ayuno
de uno mismo, para poder captar
ese instante -, en ese instante conseguí sorprender
la sucesión de oscuridades que hay dentro de él. Después,
apenas en blanco y negro, volví a capturar su
luminosidad irisada y
trémula. Con el mismo blanco
y
negro volví a capturar también,
con un escalofrío, una de
sus
verdades más difíciles: su gélido
silencio sin color. Es preciso
entender la violenta ausencia de
color de un espejo para poder recrearlo, igual que se
recrea la violenta ausencia de sabor del agua.