Alejandra Pizarnik
Poemas inéditos enviados a
Alberto Lagunas
madre del tiempo
tráeme
la flor incendiada
que crece
en la lengua de la muerte.
2
perfectamente
triste
para besar
la boca inútil de la muerte,
lloro ante
los sueños rotos
que me separan
de las cosas.
He amado tanto
que ya no soy del amor.
Pero he sido
niña.
Tan sólo
por eso
debieran considerarme.
4
Ser soñadora en su camisa azul
que ama la
tierra extraña
o atreverme
como la náufraga
que vuelve
al mar
porque nadie
se alegra
de su salvación.
Arrojada desde
que nací
he acompañado
a una sombra mutilada
En el camino
nupcial
me dijeron
que no entre
En el extraño agujero de la noche
vi un rostro que se negaba
La luz es sólo luz en la memoria de la noche.
Una mujer muy fea, vestida de negro,
se miraba en el espejo de su
negocio del boulevard Raspail. Imaginé que le
sacaba una foto y después
ella me perseguía.
Vivo en el Polo: montañas de
sal, pájaros blancos sin pupilas ni patas.
Es un desierto de nieve en cuyo centro
hay un armario de madera.
Los pájaros abren los cajones del armario. Cuando
llega el último, salta
una niña del tamaño de mi mano.
Nada mejor que pensar en los autómatas.
Sobre todo ahora que hay
esta luz espantosa, exactamente amarilla pero oscura.
He caminado por
la G/ rue Garancière y me reí al recordar
que allí vivió Leibnitz. Luego
volví a mi cuerpo y comencé a inventar
autómatas, pegada la cara a la ventana mirando pasar gente y perros.