La vuelta al día en ochenta
A lo largo
del siglo XIX, el refugio en la metafísica era el recurso
mayor frente al timer mortis, las miserias del
hic et nunc y el sentimiento
del absurdo por el que nos definimos y definimos el mundo.
Entonces
vino Jules Laforgue, que en un sentido se adelantó
como cosmonauta
al otro Jules, y mostró un recurso más
sencillo: ¿para qué la vaporosa metafísica cuando
teníamos a mano la física palpable? En una época en
que todo sentimiento operaba como un bumerang, Laforgue
lanzó el suyo como una jabalina contra el sol, contra el desesperante
misterio cósmico.
Espèce de soleil! tu songes:Voyez-les,Dicho sea al pasar (pero es un paso privilegiado), |
Mis eruditas
lecturas del correo científico de Le Monde (sale los
jueves) tienen además la ventaja de que en vez
de sustraerme al absurdo
me incitan a aceptarlo como el modo natural en que se
nos da una realidad inconcebible. Y esto ya no es lo mismo que aceptar
la realidad aunque se
la crea absurda, sino sospechar en el absurdo un desafío
que la física ha recogido sin que pueda saberse cómo y en
qué va a terminar su loca
carrera por el doble túnel del tele y del microscopio
(¿será realmente
doble ese túnel?).
Quiero decir
que un claro sentimiento del absurdo nos sitúa mejor
y más lúcidamente que la seguridad de raíz
kantiana según la cual los fenómenos son mediatizaciones
de una realidad inalcanzable pero que
de todas maneras les sirve de garantía por un
año contra toda rotura. Los cronopios tienen desde pequeños
una noción sumamente constructiva del absurdo, por lo cual les produce
gran sobresalto ver cómo los famas se quedan tan tranquilos cuando
leen una noticia como la siguiente: La nueva partícula elemental
("N. Asterisco 3245") posee una vida relativamente
más larga que la de las otras partículas
conocidas, aunque sólo alcanza
a un milésimo de millonésimo de millonésimo
de millonésimo de
segundo. (Le Monde, jueves 7 de julio de
1966.)
Che Cocadice
el fama después de leer esta información, alcanzame
los zapatos de gamuza que esta tarde tengo una reunión importantísima
en
la Sociedad de Escritores. Se va a discutir la cuestión
de los juegos florales
en Curuzú Cuatiá y ya estoy veinte minutes
atrasado.
A todo esto
varios cronopios se han excitado enormemente porque acaban de enterarse
de que a lo major el universo es asimétrico, lo que
va en contra de la más ilustre de todas las ideas
recibidas. Un investigador llamado Paolo Franzini, y su mujer Juliet Lee
Franzini (¿se ha advertido
cómo a partir de un Julio que redacta y otro Julio
que diseña se van incorporando a quí dos Jules y ahora una
Juliet, a base de una noticia aparecida un 7 de julio?) saben muchísimo
sobre el mesón eta neutro,
que salió del anonimato poco ha y que tiene la
curiosa particularidad de
ser su propia anti-partícula. Apenas se lo descompone,
el mesón produce
tres pi-mesones de los cuales uno es neutro, pobrecito,
y los otros dos
son positivo y negativo respectivamente para enorme tranquilidad
de todo
el mundo. Hasta que (los Franzini de por medio) se descubre
que la
conducta de los dos pi-mesones no es simétrica;
la armoniosa noción de
que la antimateria es el reflejo exacto de la materia
se pincha como un
globito. ¿Qué va a ser de nosotros? Los
Franzini no se han asustado en absoluto; está muy bien que los dos
pi-mesones sean hermanos enemigos, porque eso ayuda a reconocerlos e identificarlos.
Hasta la física tiene sus Talleyrand.
Los cronopios
sienten pasar por sus orejas el viento del vértigo
cuando leen al final de la noticia: "Así, gracias
a esa asimetría, podrá
llegarse quizá a la identificación de los
cuerpos celestes compuestos de antimateria, siempre que esos cuerpos existan
como pretenden algunos basándose en las irradiaciones que emiten."
Y siempre el jueves, siempre
Le Monde, siempre algún Julio a tiro.
En cuanto a
los famas, ya lo dijo Laforgue desde una de sus cabinas espaciales:
Vertiges d'univers, cieux à jamais en fête!
Rien, ils n'auront rien su. Combien même s'en
vont
Sans avoir seulement visité leur planète.