Francisco de Quevedo
Madrid,
España, 1580 - 8 de septiembre de 1645
Amor
más allá de la muerte
Miré
los muros de la patria mía
Amor
más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos
la postrera
sombra que me llevare el blanco
día
y podrá desatar esta
alma mía
hora a su afán ansioso
lisonjera;
mas no de esotra parte la ribera
dejará la memoria en
donde ardía
nadar sabe mi llama la agua
fría
y perder el respeto a ley severa
Alma a quien todo un Dios,
prisión ha sido
venas que humor a tanto fuego
han dado
médulas que han gloriosamente
ardido
su cuerpo dejarán, no
su cuidado;
será ceniza mas tendrá
sentido;
polvo serán, mas polvo
enamorado.
Miré
los muros de la patria mía
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía
Salíme al campo, vi
que el sol bebía
los arroyos de cielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras, hurtó
su luz al día
Entré en mi casa, vi
que amncillada
de anciana habitación
era despojos
mi báculo más
corvo y menos fuerte.
Vencida la edad sentí
mi espada
y no halle cosa en que poner
los ojos
que no fuese recuerdo de la
muerte