Alejandra Pizarnik
Extracción de la piedra
de la locura
IV
Escucho mis voces, los coros de los muertos. Atrapada entre las rocas: emportada en la hendidura de una roca. No soy yo la hablante: es el viento que me hace aletear para que yo crea que estos cánticos del azar que se formulan por obra del movimiento son palabras venidas de mí.
Y esto fue cuando empecé
a morirme, cuando golpearon en los cimientos
y me recordé.
Suenan las trompetas de la muerte.
el cortejo de muñecas de corazones de espejo con mis ojos azul-verdes
reflejados en cada uno de los corazones. Imitas viejos gestos heredados.
Las damas de antaño cantaban entre muros leprosos, escuchaban trompetas
de la muerte, miraban desfilar -ellas, las imaginadas- un cortejo imaginario
de muñecas con corazones de espejo y
en cada corazó mis ojos
de pájara de papel dorado embestida por el viento. La imaginada
pajarita cree cantar; en verdad sólo murmura como un sauce inclinado
sobre el río.
Muñequita de papel, yo la
recorté en papel celeste, verde, rojo, y se quedó
en el suelo, en el máximo
de la carencia de relieves y de dimensiones. En medio del camino te incrustaron,
figurita errante, estás en el medio del
camino y nadie te distingue pues
no te diferencias del suelo aun si a veces gritas, pero hay tantas cosas
que gritan en un camino ¿por qué irían a ver
qué significa esa mancha
verde, celeste, roja?
Si fuertemente, a sangre y fuego,
se graban mis imágenes, sin sonidos, sin colores, ni siquiera lo
blanco. Si se intensifica el rastro de los animales nocturnos en las inscripciones
de mis huesos. Si me afinco en el lugar del recuerdo como una criatura
se atiene a la saliente de una montaña y al más pequeño
movimiento hecho de olvido cae -hablo de lo irremediable, pido
lo irremediable-, el cuerpo desatado
y los huesos desparramados en el
silencio de la nieve traidora.
Proyectada hacia el regreso, cúbreme con una mortaja lila. Y luego
cántame una canció de una ternura sin precedentes,
una canción que no diga
de la vida ni de la muerte sino de gestos levísimos como el más
imperceptible ademán de aquiscencia , una canción que sea
menos que una canción, una canción como un dibujo que representa
una pequeña casa debajo de un sol al que le faltan algunos rayos;
allí ha de
poder vivir la muñequita
de papel verde, celeste y rojo; allí se ha de poder erguir y tal
vez andar en su casita dibujada sobre una página en blanco.