Olga Orozco
"PAVANA PARA UNA INFANTA DIFUNTA"
PAVANA DEL HOY INFANTA DIFUNTA
QUE AMO Y LLORO
Pequeña centinela,
caes una vez más por la
ranura de la noche
sin más armas que los ojos
abiertos y el terror
contra los invasores insolubles
en el papel blanco.
Ellos eran legión.
Legión encarnizada era su
nombre
y se multiplicaban a medida que
tú te destejías hasta
el último hilván,
arrinconándote contra las
telarañas voraces de la nada.
El que cierra los ojos se convierte
en morada de todo el universo.
El que los abre traza las fronteras
y permanece a la intemperie.
El que pisa la raya no encuentra
su lugar.
Insomnios como túneles para
probar la inconsistencia de
toda realidad;
noches y noches perforadas por
una sola bala que te incrusta
en lo oscuro,
y el mismo ensayo de reconocerte
al despertar en la memoria
de la muerte:
esa perversa tentación,
ese ángel adorable con hocico
de cerdo.
¿Quién habló
de sobornos para los emisarios del propio porvenir?
Sólo había un jardín:
en el fondo de todo hay un jardín
donde se abre la flor azul del
sueño de Novalis.
Flor cruel, flor vampira,
más alevosa que la trampa
oculta en la felpa del muro
y que jamás se alcanza sin
dejar la cabeza o el resto de la sangre
en el umbral.
Pero tú te inclinabas igual
para cortarla donde no hacías pie,
abismos hacia adentro.
Intentabas trocarla por la criatura
hambrienta que te deshabitaba.
Erigías pequeños
castillos devoradores en su honor;
te vestías de plumas desprendidas
de la hoguera de todo posible
paraíso;
amaestrabas animalitos peligrosos
para roer los puentes
de la salvación;
te perdías igual que la
mendiga en el delirio de los lobos;
te probabas lenguajes como ácidos,
como tentáculos,
como lazos en manos del estrangulador.
¡Ah los estragos de la poesía
cortándote las venas con el filo del
alba,
y esos labios exangües sorbiendo
los venenos de la inanidad
de la palabra!
Y de pronto no hay más.
Se rompieron los frascos.
Se astillaron las luces y los lápices.
Se desgarró el papel con
la desgarradura que te desliza
en otro laberinto.
Todas las puertas son para salir.
Ya todo es el revés de los
espejos.
Pequeña pasajera,
sola con tu alcancía de
visiones
y el mismo insoportable desamparo
debajo de los pies:
sin duda estás clamando
por pasar con tus voces de ahogada,
sin duda te detiene tu propia inmensa
sombra que aún te
sobrevuela en busca de otra,
o tiemblas frente a un insecto
que cubre con sus membranas
todo el caos,
o te adrementa el mar que cabe
desde tu lado en esta lágrima.
Pero otra vez te digo,
ahora que el silencio te envuelve
por dos veces en sus alas
como un manto:
en el fondo de todo jardín
hay un jardín.
Ahí está tu jardín,
Talita cumi.