Julio Cortázar
Historias
de cronopios y de famas
Manual de instrucciones
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan
un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de
aire. No te dan solamente
el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que
te dure porque es
de buena marca, suizo con áncora de rubíes;
no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la
muñeca y pasearás contigo. Te
regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—,
te regalan un
nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo
que es tuyo pero no es
tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa
como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan
la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación
de darle cuerda para que siga siendo
un reloj; te regalan la obsesión de atender a
la hora exacta en las vitrinas
de las joyerías, en el anuncio por la radio, en
el servicio telefónico. Te
regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de
que se te caiga al
suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad
de que es una
marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de
comparar tu reloj
con los demás relojes. No te regalan un reloj,
tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del
reloj.